
“Un pimiento al día puede mantener el párkinson alejado” (a pepper a day can keep parkinson away). Esta frase figuraba en la cabecera de múltiples revistas de nutrición el año pasado tras publicarse un artículo por la Universidad de Washington que medía la capacidad de reducir la incidencia del párkinson mediante el consumo de productos como el pimiento, por su contenido en nicotina. La investigación realizada demostró que comiendo pimientos dos veces a la semana, se podría reducir un tercio la probabilidad de desarrollar la enfermedad de párkinson. De esta propiedad es responsable la nicotina presente en alimentos, en bajas concentraciones, como el tomate, las patatas, la berenjena, pero sobre todo el pimiento, cuyo contenido duplica al resto. Al parecer las probabilidades de desarrollar la enfermedad disminuyen a medida que aumenta su ingesta semanal.
El pimiento ejerce un doble efecto protector frente a esta patología gracias al contenido en ácido fólico que este vegetal posee y cuya deficiencia se ha asociado con un mayor riesgo de padecer párkinson.
El pimiento es el patito feo de los vegetales. El gran valor nutricional que posee no se corresponde con el modesto uso culinario que se hace de él. Además del estudio de Washington, hay muchos otros que defienden sus beneficios nutricionales. Esto se debe a una riquísima composición nutricional de la que ácido fólico, vitamina A, carotenos, capsaicina y vitamina C son los principales responsables. Estos y otros muchos nutrientes se esconden en el producto de forma natural, pudiendo beneficiarnos de unos u otros según elijamos un pimiento rojo, verde, naranja o amarillo.
En la tabla que se muestra a continuación podemos ver con claridad estas diferencias nutricionales, en algunos casos tan significativas. Estos valores pertenecen a una base de datos californiana, pero otras locales recogen cifras bastante superiores para algunos carotenoides, lo que podría deberse a nuestras condiciones climáticas.
Si observamos la tabla detenidamente, merecen especial atención los valores de vitamina C, pues son mayores que en cualquier otro vegetal. Esta vitamina es popularmente conocida por su acción preventiva de resfriados; quién no ha oído alguna vez la mítica frase: “Niño, tómate el zumo de naranja. Y rápido, que se le van las vitaminas”.
Es cierto que es una vitamina bastante inestable y que pasa rápidamente a su forma inactiva en contacto con el aire o el calor. Ahora bien, un zumo de naranja recién exprimido si se conserva en el frigorífico en un bote de cristal cerrado, mantendrá sus propiedades hasta 24 horas.
En todo caso la naranja no es el alimento que más vitamina C tiene, sino que el pimiento tiene el doble. Consumir un pimiento al día cubre sobradamente la cantidad diaria recomendada para esta vitamina.
Veamos a continuación algunas de las propiedades más destacadas que se atribuyen a la vitamina C:
- Fortalecimiento del sistema inmune, de ahí su acción protectora frente a resfriados.
- Forma parte de tejidos y mucosas, interviniendo de forma positiva en los procesos de regeneración de la piel. Esto implica un retraso en la aparición de arrugas y una mejor cicatrización.
- Es productora de colágeno, componente primario de la encías, dientes y huesos. Por tanto, también ayuda a mantener una dentadura fuerte.
- Estimula el crecimiento y la reproducción, puesto que favorece un buen funcionamiento de los órganos reproductores.
- Es un potente antioxidante.
- Reduce el riesgo de padecer ciertos cánceres y enfermedades cardiovasculares.
El pimiento rojo es el más rico en vitamina C pero también muy rico en beta-caroteno y beta-criptoxantina, carotenoides con la capacidad de convertirse en vitamina A en el organismo.
El verde y el amarillo son una fuente excelente de luteína y zeaxantina. Ambos son también carotenoides, pero no se convierten en vitamina A en el organismo, sino que desempeñan sus acciones propias. Se encuentran principalmente en la mácula del ojo (la zeaxantina en el centro y la luteína en los bordes). Su función es proteger al ojo de la acción oxidante de la luz y por esto se sospecha que el consumo de alimentos que lo contengan puede prevenir la aparición de cataratas.
La luteína es sensible al calor y al almacenamiento y si recordamos que la vitamina C también lo es, se sugiere comer este producto crudo o con un mínimo de cocción. Consumir en licuado, como en gazpacho, es de las mejores opciones, pues conservaría sus propiedades y el aceite mejora la absorción de la luteína del pimiento y el licopeno del tomate.
Para aquellas personas a las que resulte indigesto el pimiento, se aconseja comer crudo cortado muy fino, masticarlo muy bien y quitarle la piel en caso de asarlos.
La versatilidad del pimiento y sus colores es amplia, pudiendo utilizarse crudo en ensaladas o licuados; cocinado formando parte de diversos platos o asados para su consumo aliñado o elaboración de salsas. Aunque frito resultaría bastante indigesto por la cantidad de aceite que puede llegar a absorber.
En definitiva, el pimiento en todas sus formas y colores es un alimento que merece la pena culinaria y nutritivamente explorar.