Desde la creación de la semilla hasta que un ciudadano berlinés, digamos Günter, prepara un colorido pimiento para sus Gefüllte paprika, el protagonista de esta historia ha tenido un increíble viaje con una maleta cargada de investigación, tecnología, análisis, respeto al medio ambiente, saber hacer, y muchas, muchas manos de hombres y mujeres.
Su historia comienza en los obtentores. Pueden pasar entre 10 y 12 años de I+D+i hasta que alguna de las empresas del ramo -que tienen además su banco de pruebas en el sureste español- consigue una nueva variedad, cada vez más óptima que combina la resistencia a plagas y enfermedades con la lograr un gran sabor y calibres adecuados, superándose cada año en estos retos. Y así, bautizados bajo sugerentes y extraños nombres, cada campaña cuenta con sus oportunos lanzamientos: Voltio, Juma, Mustang o Kuman, entre otros.
Y además, hoy ya cuentan con un sistema de trazabilidad (un número específico para cada entrega de variedad) que garantiza que la semilla que parte de las instalaciones del obtentor se corresponde con la planta entregada por el semillero al agricultor.
Una vez cuidados y crecidos los plantones de pimiento en el semillero – donde también han aplicado técnicas de control biológico- llegan a las manos del Juan, Manuel o Esther.
Agricultura familiar
Algunos nombres de los que forman parte de un conjunto de cerca de 13.000 agricultores y familias que con gran mimo y cuidado –se les llama también cultivos de primor- plantarán en su invernadero solar para que crezca y obtenga los pimientos deseados.
Pero hasta que todo esto suceda, previamente nuestros agricultores han retirado los residuos vegetales de la cosecha. Su destino puede ser la planta de recogida homologada para transformarlos en compost o bien los agricultores optan devolverlos al suelo una vez triturados, enriqueciéndolo para las siguientes cosechas.
Antes, habrán separado los plásticos (rafias) que han servido de guía para el crecimiento de las anteriores plantas y plásticos de cubiertas para que sean convertidos en granza (pequeñas perlas o bolitas) cuyo destino reciclado será convertirse en parques infantiles, bolsas de basura, palés, etc.
También, y durante los calurosos meses de verano, el agricultor prepara su invernadero dotándole de una vegetación, en principio, ajena a sus pimientos: En el interior sembrará girasoles, pequeñas islas de cereales (bankers), plantas aromáticas, maíz, sojo, y en el exterior, setos de plantas autóctonas que no sólo mitigan el efecto visual del plástico sino que tienen una verdadera misión de reservorio. Tanto en las de dentro como en las de fuera, los insectos beneficiosos son imprescindibles para que el pimiento que Gunter echará en su gurkensalat no reciba, desde que florece hasta que es cortado, ningún tipo de producto fitosanitario en su batalla frente a las plagas.
100% control biológico
En la actualidad, el 100% de las 12.000 hectáreas de pimiento cultivadas en invernaderos solares de Almería usan métodos de control biológico o integrado, prescindiendo de cualquier fitosanitario. Aquella alerta, procedente precisamente de Alemania en 2006, sirvió de revulsivo para que esta técnica se estableciera en todos los cultivos de pimiento de la zona y en un gran porcentaje en el resto de las hortalizas.
La sostenibilidad del pimiento no es sólo por el uso del control biológico sino en el resto de la tecnología que aplica.
El control del clima deseado viene a través de sistemas de ventilación natural y blanqueo de cubiertas. Con lo primero se controlan la temperatura, humedad y concentración de CO2 en el interior, con el sistema de blanqueo (pintura blanca en los techos) reduce la radiación solar, transmitiendo la luz y energía solares necesarias para la fotosíntesis.
El 96% de la energía que se usa procede del sol, por lo que el invernadero tipo Almería puede considerarse una máquina ecológica imponente.
Además, el riego localizado de alta frecuencia controlado con sistemas informáticos y sensores aplicados para saber los niveles de humedad y riego adecuados o la recogida en balsas de las aguas pluviales (presentes en el 89% de invernaderos) para lograr un mayor ahorro de agua, han hecho que Almería pueda presumir de contar con una huella hídrica hasta 20 veces menor que la media española.
Todo contribuye a lograr los calibres y madurez deseados de nuestro pimiento. Juan, Manuel o Esther recogerán el pimiento con sus propias manos y con las de Mamadou, Hassan o Nicoleta… Sólo en Almería y en el sector de los invernaderos trabajan, con su reglamentario y obligatorio contrato de trabajo, de diciembre a junio, unos 35.000 extranjeros.
La población inmigrante tiene un gran peso específico en la provincia, ya que representa más del 21 % del total, diez puntos por encima de la tasa de extranjeros en España (11,48 %), según el Informe del Mercado de Trabajo de Almería 2022 del Ministerio del ramo.
El pimiento recogido se llevará hasta la cooperativa (los propios agricultores son los socios) o la alhóndiga (un mercado de subasta) y aún puede ser analizado por un laboratorio.
En el caso de la Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de Almería (COEXPHAL), su laboratorio Labcolor, ubicado en una de las zonas más densas de invernaderos, realizó durante la campaña pasada un total de 68.307 muestras, de las cuales 34.369 correspondían a análisis de Residuos de Plaguicidas y Contaminantes, y el resto a análisis microbiológicos, fitopatológicos y agronómicos. En el caso del pimiento, solo el 0,85% de los plaguicidas encontrados superaban niveles de LMR (Límite Máximo de Residuo), y un 1,61% superaba el 50% del valor del LMR.
Nuestros pimientos, antes de salir para su destino en algunos de los 200 camiones que parten a diario para toda Europa desde Almería, habrá sido clasificado y etiquetado según su calibre, variedad y cliente al que va destinado.
En el caso del sector de frutas y hortalizas almeriense, dado su eminente carácter exportador, el 100% de las empresas posee un sistema de trazabilidad establecido desde hace más de 20 años, fruto de la exigencia de las grandes cadenas de distribución, de las normativas europeas y las normas de certificación (como UNE 155.000, GlobalGAP o BRC, entre otras).
Así, en su caja perfectamente etiquetada inicia su viaje de 2.700 kilómetros hasta Alemania, adecuadamente refrigerado, y alcanzar así su destino en algún supermercado berlinés, en el que Günter lo comprará para disfrutar de su Gefüllte paprika con toda la seguridad alimentaria y todo el sabor alcanzado en este periplo de tecnología, humanidad y respeto al medio ambiente.