En el desarrollo de los sistemas agrarios muy raramente se da la confluencia equilibrada de las tres dimensiones básicas de la sostenibilidad: la económica, la social y la medioambiental. En el caso de la agricultura intensiva almeriense, sin embargo, los datos estadísticos que abarcan un desarrollo de más de 50 años, corroboran que una sostenibilidad desde el punto de vista global es posible. Esta cuestión queda expuesta en el artículo recientemente publicado por los investigadores Emilio Galdeano Gómez, José Ángel Aznar Sánchez y Juan Carlos Pérez Mesa, en la revista International Journal of Agricultural Sustainability, la primera revista científica mundial sobre la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios.
El estudio detallado de las estadísticas económicas, indican el sostenimiento de un desarrollo local de tipo endógeno que ha repercutido, además, en otras actividades productivas de forma amplia, y lo que es más singular en el contexto europeo, con ausencia o una repercusión casi nula de los programas de soporte o subvenciones políticas (que representan menos de un 2% de la renta agraria y se reciben sólo desde hace unos tres lustros), a diferencia de una gran mayoría de producciones altamente subvencionados (herbáceos, lácteos, cárnicos, etc.). Especialmente, el crecimiento continuado de ventas en los mercados internacionales y en la generación de rentas, con incrementos por encima de la media nacional y soportando un crecimiento del empleo en los últimos años, pese a la crisis actual. Del mismo modo, la extensión a diferentes actividades económicas conectadas a la agricultura (industria auxiliar, servicios de comercialización, de transporte, financieros, etc.), hacen que el valor añadido provincial dependa altamente y de forma muy singular (comparada con otros desarrollos de la agricultura en otras regiones del ámbito internacional) del sector de la agroalimentación (en torno al 65-70% del producto interno almeriense).
La dimensión ambiental muestra una utilización eficiente de los recursos y el impacto en términos de huella ecológica, especialmente la hídrica, muy positivos; donde se incluyen además aspectos como el efecto albedo de los invernaderos para la reducción del calentamiento global y el referente de prácticas integradas (mayor superficie hortícola mundial) y ecológicas a nivel internacional. De esta forma, el impacto ecológico resulta unas 20 veces inferior a la media agrícola nacional para determinados recursos, por factores como la adecuada aplicación de tecnologías (eco-eficiencia en uso de agua), la exportación de recursos hídricos en forma de alimentos (hortalizas) y el papel importante en la seguridad alimentaria, tanto nacional como europea (alimentos para 53 millones de personas), que tiene este sector productivo.
Los autores destacan, de forma particular, el componente social, como uno de los ejes fundamentales, al tratarse de explotaciones eminentemente familiares, que han contribuido con sus organizaciones e industrias conectadas al sector agrícola a un extenso capital social y un equilibrio incomparable en el reparto de las rentas generadas.