
Frecuentemente me toca responder en distintos foros alrededor del mundo sobre la necesidad o ventaja que los estándares traen a la cadena de valor. En muchos casos la pregunta se dirige al por qué de la existencia de los estándares privados como GLOBALG.A.P., BRC, IFS, MCS, RainForest, UTZ, F2F, etc y también de estándares internacionales públicos.
Lo que persigo con este artículo no es defender la existencia de los estándares, sino dar mi punto de vista sobre la necesidad de algunos de ellos, no te todos. Desde mi visión personal, solo deberían existir aquellos estándares que de verdad agreguen valor a los participantes de la cadena de valor, ya sea al productor, al procesador y/o al consumidor final.
Es importante reconocer que las normas internacionales de calidad han jugado un papel relevante en la protección de la salud y la seguridad de los consumidores y, fundamentalmente, ha facilitado del comercio internacional.
Reconozco que el sistema que posibilita el comercio internacional no es perfecto, obviamente. Pero la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la firma de acuerdos para evitar aranceles, condujo a la eliminación de las barreras y al libre flujo del comercio y por ende, las oportunidades para todos los países que se benefician de un mayor acceso a los mercados mundiales.
Un volumen tan grande a nivel global de los alimentos también tenía un lado negativo, ya que dio lugar a la difusión mundial de los contaminantes y a enfermedades que habían entrado en la cadena alimentaria y generado mayores riesgos para la salud humana (inocuidad de los alimentos); impactos económicos adversos en términos de destrucción de productos, las pérdidas del mercado, etc, y por ende, disminución de la disponibilidad de alimentos debido a algunas contaminaciones. En tal escenario, la calidad y la inocuidad de los alimentos se hicieron aún más importantes y los gobiernos que reconocen su papel en la protección de la salud y la seguridad de sus poblaciones comenzaron por la imposición de estrictos requisitos relativos a los residuos de plaguicidas, contaminantes, los parámetros microbiológicos, plagas, enfermedades, así como diversos aspectos de los controles de higiene.
Además, el sector privado también impone sus propias normas, por ejemplo, British Retail Consortium (BRC), GLOBALG.A.P. , MSC y ASC para pescado, UTZ para café, RainForest para cacao y bananas, y un largo etc. Es importante saber que para evitar el uso indiscriminado de los estándares por los gobiernos, se establecieron normas dentro de la OMC para reducir el numero de potenciales normas que puedan significar la creación de barreras arancelarias. Los dos acuerdos más importantes en este sentido son el SPS: Medidas Sanitarias y Fitosanitarias, y el TBT: obstáculos técnicos al comercio (OTC).
Pero a la complejidad del sistema se suma el conocimiento que han adquirido los consumidores, y por ende, la preocupación que en muchos casos tienen sobre la inocuidad alimentaria, lo que los lleva a modificar los criterios de compra y a demandar productos sanos. A esta nueva conciencia de los consumidores se suman otros factores que influyen en los criterios de compra que tienen que ver con la conciencia sobre la protección del medioambiente, el interés por salvaguardar los intereses de los trabajadores y de la no explotación de menores, o del bienestar animal, o el rechazo al uso de hormonas en la producción animal o el no a la utilización de productos genéticamente modificados, etc. Los movimientos migratorios han evolucionado y se han ampliado, esto conlleva a tener en cuenta otros estándares que pueden verse como una oportunidad de crear valor y encontrar un nicho, por ejemplo, Halal (musulmanes) y Kosher (judíos).
La utilización de estándares privados es una tendencia mundial, de eso no cabe duda. Pero es importante conocer a fondo el proceso de creación de los mismos, para poder diferenciar unos de otros: los que agreguen valor a toda la cadena de valor de aquellos que sean un mero peaje que solo unos pagan pero que otros disfrutan.