Aviso a consumidores de frutas y hortalizas europeos. La verdad de lo que está ocurriendo

tomates

Cada día, cada semana, cada mes que trascurre, me cuesta mucho comprender y asumir los graves hechos acontecidos durante los últimos tiempos contra la producción de frutas y hortalizas europeas. Voy a exponer algunos de estos hechos de la manera más clara posible pero también con el máximo respeto hacia todos los lectores.

Primero, tenemos que recordar que existe legislación europea en materia de fitosanitarios, fertilizantes y seguridad alimentaria que garantiza el consumo saludable de la fruta y hortaliza española/europea. Esta legislación se exige y se cumple desde hace años en la producción europea, pero ni se exige, ni se comprueba en productos hortofrutícolas importados de terceros países.

En las negociaciones de la nueva Política Agraria Común, se está diseñando una reducción sustancial del uso de fitosanitarios (otra vuelta de tuerca más para los productores europeos) y fertilizantes. Esto me parece muy bien, pero se está redactando sin tener en cuenta las reducciones realizadas en algunos cultivos durante los últimos años, donde el descenso en algunos casos, como el pimiento en invernadero ha sido del 90% de fitosanitarios, convirtiéndose en la actualidad en cultivo con control biológico. Tampoco se están estudiando y comprobando las diferentes viabilidades de estas medidas para cada cultivo y sus consecuencias en términos de rentabilidad económica.

Lo que es más grave, a mi entender, es que cuando se ha planteado para las importaciones de terceros países la misma exigencia de reducción de fitosanitarios, para dejar el resultante similar al producto europeo, la negativa ha sido contundente. Algo muy preocupante porque estas producciones parten de una situación muy alejada de las producciones europeas, ya que nunca se les ha exigido cumplir con los requisitos en materia de seguridad alimentaria que marca la legislación europea. Por lo tanto, la Unión Europea nos está diciendo que se garantice que no nos envenenemos con la fruta y hortaliza europea, pero que la fruta y verdura de terceros países si nos puede envenenar.

De hecho, se pueden comprobar la cantidad de alertas y notificaciones sanitarias que existen de productos hortofrutícolas procedentes de terceros países continuamente y que no tienen repercusión en los medios, no llegando al consumidor europeo, con el grave riesgo que esto conlleva. Prueba de ello, es la preocupación desde finales de los años 90 por parte de las cadenas de supermercados europeos, quienes decidieron establecer unos requisitos mínimos a través de un código de buenas prácticas agrícolas, conocido actualmente como GLOBAL.GAP, que casi el 100% de la producción europea cumple, pero que fuera de la UE pocos pueden decir lo mismo.

Segundo, el sector hortofrutícola europeo está realizando un gran esfuerzo para implementar e invertir en herramientas y recursos para cumplir con todos los requisitos de sostenibilidad y ecología. Sostenibilidad medio ambiental y social principalmente, mientras que en muchas ocasiones cuesta mantener la “sostenibilidad económica”, tan olvidada siempre en casi todos los discursos. Sin embargo, para los productos de terceros países que se importan no se mide ni se requiere ningún parámetro de sostenibilidad, circunstancia que convierte a esta oferta en competencia desleal y haciendo que algunas cadenas de supermercados europeas sean “cómplices” de esta falta de garantía medio ambiental y social.

Tercero, cuando se amplía el número de estados miembros se incrementa el volumen de contingentes de importación de acuerdo al aumento de población en la UE, cómo en su día ocurrió con el tomate cuando se incorporaron países del este. Lo lógico, si se reduce el número países, como Reino Unido, es reducir/recalcular el volumen de los contingentes en proporción a la reducción de población dentro de la UE. Más si cabe, si este país, fuera ya de la UE, acuerda un volumen con Marruecos para importar tomate. Esto que se ha solicitado y reclamado desde todas las asociaciones y federaciones agrarias españolas y europeas, ha encontrado la negativa por respuesta. Circunstancia muy grave a nuestro entender, que pone de manifiesto claramente la pasividad de la política europea con respecto a la protección de la fruta y hortaliza producida en Europa. Por tanto, no existe protección alguna para la producción hortofrutícola europea, su “sector esencial”, su “sector estratégico” tan alabado y destacado durante la pandemia, pero siempre “moneda de cambio” por motivos geopolíticos en la Unión Europea.

Todo esto nos hace reflexionar e imaginarnos un futuro en Europa sin producción hortofrutícola, solo lo mínimo, para convertirnos en un “parque temático de la fruta y verdura” cumpliendo la política agraria común, pero con volumen ridículo para abastecer a un mínimo de población de manera segura. Sin embargo, contaremos con una importación hortofrutícola masiva sin seguridad alimentaria, sin cumplimiento de los requisitos legislativos europeos, sin sostenibilidad y sin garantías sanitarias destinada para consumo de la mayoría de la población europea. ¿Es esto lo que realmente quiere el ciudadano europeo? ¿Queremos dejar en manos de países extracomunitarios la producción de alimentos? ¿Es estratégico/esencial poder contar con un sistema de producción agroalimentario propio o es preferible dejarlo en manos de terceros?

Para responder a estas preguntas y reflexiones debemos comunicar, contar y trasladar a toda la ciudanía europea lo que está ocurriendo. Hay que aprender a diferenciar productos europeos y tener en cuenta sus métodos de obtención para salvaguardar nuestra salud. Debemos acostumbrarnos y enseñar a todos los que nos rodean a comprobar el origen de la fruta y verdura que compramos. Tenemos que asegurarnos el origen de Europa en todos los productos hortofrutícolas y alimentos que compramos y consumimos. Existe un riesgo claro, tal y como he explicado, para nuestra salud si consumimos productos producidos fuera de Europa, ya que no se exigen ni se comprueban los requisitos en seguridad alimentaria, sostenibilidad medioambiental y social, ni de calidad tal y como se exigen a los productos hortofrutícolas europeos.

A modo de conclusión, creemos que es un error y una temeridad sacrificar las garantías de seguridad alimentaria por motivos geopolíticos, por lo que no nos queda más remedio que alertar a la población ante esta situación que pone en riesgo la salud de los europeos. Mientras no se exijan y comprueben los mismos requisitos que establece la legislación europea, las cadenas de supermercados podrán abastecerse en abundancia de estos productos ofertándolos en los mismos lineales que los europeos, pero sin las garantías mencionadas, por lo tanto, debemos estar todos alerta.

Luis Miguel Fernández Sierra

Gerente de COEXPHAL.

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